domingo, 26 de mayo de 2013

FORMAS DE REPARACION

La mayor objeción que se escucha a los diálogos de paz de La Habana entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc es el temor a la impunidad.

La esgrimen por igual los enemigos del proceso y los amigos más prudentes. Pero si en unos es una manera de torpedear el diálogo, otros están sinceramente interesados en que la paz no signifique borrar las culpas y los crímenes, olvidar la búsqueda de la verdad de las atrocidades de la guerra, ni abandonar la reparación de las víctimas.

Hay que situar los debates jurídicos en el horizonte de la sociedad y de la historia, si queremos la superación verdadera de los males. Y resulta evidente que el castigo no es la única forma posible de reparación de los daños que se le han hecho a una sociedad.

La justicia de muchos países a veces permite que un delito sea olvidado sólo porque el denunciante retira su demanda, otras veces concede indultos y excarcelaciones a cambio de fianzas o de información para los cuerpos de seguridad. La justicia no está allí gobernada por el mero deseo de venganza o castigo, sino por la intención pragmática de que los daños se corrijan, y de que la lucha general contra la ilegalidad obtenga de esos acuerdos algún beneficio.

Lo más importante es tener en cuenta las condiciones históricas. No se puede tratar igual a los que han sido derrotados en el campo de batalla, que a quienes acceden a dialogar para poner fin a una guerra salvaje. Algunos olvidan que para hacer caer todo el peso de la ley sobre unos reos e imponerles severas condenas habría sido necesario derrotarlos primero. Si esa derrota no se ha dado, o tardaría demasiado en darse: si las guerrillas siguen siendo un poder alzado en armas capaz de afectar a la sociedad y de imponer al Estado gastos cuantiosos y esfuerzos bélicos enormes, la voluntad de dialogar, la decisión sincera de abandonar las armas y reintegrarse a la vida civil tendrían que tener el valor de actos reparatorios.

Porque si bien la búsqueda de la verdad y la reparación de las víctimas son cosas fundamentales, hay algo que no podemos olvidar: que cuando la guerra aún está viva, cuando el conflicto es todavía un hecho cotidiano, no sólo hay que pensar en las víctimas que fueron sino también en las víctimas que serán. Evitar la prolongación de un conflicto que le ha costado a la sociedad incontables dolores, es también un acto de reparación.

Un embajador europeo nos recordaba hace poco la famosa frase de un guerrillero cuando se suspendieron los diálogos hace diez años: “Nos vemos dentro de veinte mil muertos”. Lo que se olvida cuando se suspenden los diálogos es que cada día de guerra significa muertos, destrozos, cuantiosos recursos públicos invertidos y multiplicación de los sufrimientos de las víctimas. Nadie ha hecho el censo de los jóvenes de todos los ejércitos que han muerto en esta guerra, pero nadie ignora que aquí se ha sacrificado a más de una generación.

No se trata simplemente de “la guerra terminó, ahora castiguemos a quienes la hicieron”. Se trata de “la guerra está viva, impidamos que siga cobrando vidas y multiplicando víctimas”. Esa es la diferencia entre un mero juicio de responsabilidades y un acuerdo de voluntades. Es justo examinar si la sociedad puede atenuar sus exigencias de castigo a cambio del beneficio comprobable de la terminación del conflicto, de evitar una multiplicación de sufrimientos y de víctimas.

Es ahí donde las soluciones jurídicas tienen que ceder su lugar a las decisiones políticas. Decisiones que tienen su valor, no en el campo limitado de la ley positiva, sino en el campo más amplio y complejo de la justicia y del espíritu de las leyes, que no están para ser aplicadas a ciegas, sino para ser interpretadas atendiendo a los principios de la justicia y del bien superior de la comunidad.

Nuestras cárceles están llenas de personas que en su mayoría han violado la ley, pero no suele examinarse qué tanto la sociedad cumplió primero con el deber de garantizarles a esas personas un horizonte de legalidad para sus vidas. Es frecuente en países como el nuestro que el Estado incumpla su deber sagrado de brindar oportunidades y garantizar derechos a los ciudadanos, pero se sienta autorizado a juzgar con severidad a esos seres a los que nunca ofreció garantías.

Si hay negociación, es porque el Estado admite que unos fenómenos sociales abrieron camino a la insurgencia y a la guerra, y que es necesario obrar cambios para que la realidad no siga siendo un surtidor de violencias.

Más importante que lo que en la mesa obtengan los bandos en pugna, es lo que pueda obtenerse para la comunidad. Colombia vivió a comienzos de los años sesenta, gracias al pacto que entregó el poder exclusivamente a liberales y a conservadores, una breve primavera de paz que deberíamos recordar. Muy pronto descubrimos que demasiada gente había quedado por fuera del orden social de ese bipartidismo excluyente, y nadie emprendió entonces un proceso de reparación verdadera.

Ojalá este acuerdo posible entre los guerreros abra camino a una primavera de inclusión, de creatividad y de apertura al mundo. Varias generaciones llevan décadas de zozobra y de anormalidad esperando que esa puerta se abra, y que Colombia muestre al mundo su verdadera riqueza humana. La firma de ese acuerdo podría abrir para el país horizontes históricos.

·        Tomado del Opinión elespectador.com Mayo 26 de 2013



sábado, 25 de mayo de 2013

Articulo de Opinion

24 mayo 2013
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Diálogo social como elemento para la reconciliación y la paz
"La paz como construcción social requiere espacios de diálogo sin agendas predeterminadas por alguno de los actores".
Wilson López López*

En la primavera de 1994, en solo tres meses, entre ochocientos mil y un millón de hombres, mujeres y niños fueron asesinados en uno de los peores genocidios de la historia reciente de la humanidad. Los asesinatos se cometieron con machetes en su mayoría, 200 mil mujeres y niñas fueron violadas antes de ser asesinadas; en muchas ocasiones los perpetradores obligaron a los hijos a violar a sus madres. Algunos de los victimarios afirmaron: “descuartizábamos a conocidos, a nuestros vecinos“; otros que jamás pidieron perdón por estas terribles acciones solo aseveraron: “cumplíamos órdenes. Estábamos todos entusiasmados. Formábamos equipos y salíamos de caza como si fuéramos hermanos… Si en el momento de matar alguno sentía pena y vacilaba, tenía que mirar muy bien lo que decía y procurar no revelar sus dudas por temor a que le acusaran de complicidad… Habíamos matado tanta gente que ya no le daba importancia….”

Estas notas son tomadas de la narración que hace Philip Zimbardo en su libro “El efecto lucifer: el porqué de la maldad”. Y forman parte de su esfuerzo de explicar y comprender qué mantiene el horror, y deja en claro que el uso de estrategias psicosociales como de deshumanización del adversario, la identidad grupal y el seguimiento a la autoridad sin discusión, la evaluación asimétrica del sufrimiento, la naturalización de la violencia, entre otros, son frecuentemente utilizados para legitimar la violencia y la guerra; los ejemplos muestran que esto ocurre en cualquier contexto violento. Estas terribles acciones han ocurrido también en Colombia. Solo tenemos que recordar algunos lugares comunes de las 1942 masacres (que reporta el Portal Verdad Abierta, desde los años 80 hasta nuestros días) donde además se ha usado todo el horror que podamos imaginar. Recordemos en memoria de las víctimas los nombres de los lugares donde se cometieron algunas de estas masacres: Trujillo, en las fincas de La negra y Honduras, Puerto Boyacá, El Tomate, La mejor esquina, Segovia, La Rochela, Pueblo Bello, El Nilo, Caño Sibao, Aracatazo, Carmen de Viboral, Pichilin, La Granja, Mapiripan, San Carlos de Guaroa, Aro, Urrao, Puerto Alvira, Barrancabermeja, El tigre, El Piñón, Tibú, La Gabarra, Manpujam, Trojas de Cataca, Macayepo, Nueva Venecia y Buena Vista, El Naya, El Chengue, Alazka, Bojayá, Bahía Portete, San José de Apartado, Atanquez, El Salado. Esto sin contar los miles de asesinatos selectivos, desapariciones, violaciones, tortura, secuestros, muertos en combate, muertos por minas, desplazados y todas las formas de intimidación que nuestra historia de conflicto violento ha generado.

Y ni hablar de las 5 millones de víctimas actuales directas y de los ejércitos de victimarios que no saben vivir sin violencia. Es evidente que todo este horror debe detenerse y debe ser ya. Parece claro que además de detener el horror debemos procurar construir un mínimo social y este es renunciar al uso de la violencia. Seguramente estos mínimos requerirán que en lo posible los victimarios “todos” pidan perdón sincero a todas las víctimas. Se debe exigir compromiso con la no repetición y el abandono de la violencia para el logro de cualquier objetivo por más loable que aparezca, y, buscar la reparación en todo el sentido de la palabra.

No podemos ser ingenuos y pretender que estas acciones curarán las heridas de la noche a la mañana y que detendrán de inmediato la violencia, esto será seguramente un paso dentro de un proceso para caminar a la construcción de una cultura de paz.

Será necesario además, propiciar que la sociedad inicie procesos de dialogo entre los actores que han estado en los diferentes bandos o que incluso han simpatizado o construido identidad con alguno de los actores de la guerra. Es pertinente aclarar que cuando hablamos de dialogo es en el sentido de no buscar con trucos retóricos probar nada, ganar o persuadir para legitimar o deslegitimar una visión o un sistema de creencias de este grupo. De lo que se trata es de buscar construir comunicación en la mayor simetría posible, de forma que este dialogo social permita la emergencia de escenarios de reconciliación (reconciliación en por lo menos un nivel mínimo de aprender a vivir sin violencia de nuevo con quienes no toleramos).

Este proceso debe iniciarse pronto, con o sin firma de los acuerdos de la Habana y estos encuentros para dialogar deben propiciarse entre los enfrentados. No tiene sentido hacer diálogos entre quienes hay consenso y tampoco estos deben buscar necesariamente acuerdos totales, los desacuerdos y desencuentros que se produzcan serán enriquecedores para el proceso solo como práctica pacífica. Estos diálogos sociales deben darse sin líderes políticos; ya sabemos que los líderes políticos buscaran por todos los medios mover el dialogo en la dirección de destruir al adversario como lo hemos visto hasta ahora, la paz como construcción social requiere que la sociedad inicie espacios de dialogo sin agendas predeterminadas por uno de los actores, sin afanes y con el cuidado de no deshumanizar al contrario; debe darse entre quienes tienen diferencias que parecen irreconciliables.

*Grupo Lazos sociales y Culturas de Paz. Profesor asociado Pontificia Universidad Javeriana. Editor Universitas Psychologica. Correo electrónico


http://www.semana.com/opinion/articulo/dialogo-social-como-elemento-para-reconciliacion-paz/344234-3

domingo, 19 de mayo de 2013

APORTES AL DEBATE SOBRE LOS DIALOGOS DE PAZ EN LA HABANA


Moritz Akerman
El país se debate entre permanecer en el pasado de su conflicto o articularse a la modernidad, a la democracia que tiene por objeto la vida en paz, en convivencia para el proceso de inclusión cada vez mayor. Transitar sin violencia, democráticamente sus diferencias es el punto de inflexión de este dilema.

Juan Manuel Santos se apoyo para su reelección como Presidente en una votación que combinaba el pasado y la modernidad, lo que contribuye a dificultar este tránsito. Su naturaleza de hombre transaccional y líder distribuidor de poder riñe con el absolutismo que el conflicto demanda en su eternización.

En la opinión nacional este debate no se ve como un asunto filosófico sino al nivel de los sentimientos colectivos: el desafío es interiorizar que si es posible obtener el desarrollo y las reivindicaciones -en medio de la movilización ciudadana que reclama desde distintos sectores- sin que se pierda la sensación de seguridad.

El debate se condensa hoy entre un pasado, que convirtió el Estado en una parcialidad no solo a la geografía nacional sino a! conjunto de tareas nacionales e internacionales, absolutizando un conflicto que atiempo que no reconocía, hacía que todas las manifestaciones por reivindicaciones sociales se presentasen como extensión del conflicto. Y un presente que busca modernizar al Estado para que tramite las diferencias y los intereses en procura de la convivencia siempre que se respeten las vías democráticas. El estado es el terreno óptimo de la confrontación civilizada y democrática.

Es una experiencia en el mundo queentre más democracia, el aumento de las reivindicaciones sociales puede hacer aparecer los procesos como aumento de la confusión y la incertidumbreMas si se compara con un pasado absolutista, que mimetizaba esas reivindicaciones en el conflicto armadoLa expresión, al finde esos movimientos sociales crea la sensación de pérdida de la seguridad y aumento de la anarquía. Frente a este desafío de gobernabilidad se sigue respondiendo, muchas veces, con las viejas ideas del absolutismo, cuando lo que se requiere es una pedagogía social sobre el deslinde necesario de los movimientos reivindicativos de las acciones violentas o de hecho que los degradan.

Estos sentimientos se están reflejando en las encuestas aliado de otros problemas reales como el de la salud, la desindustrialización, y la pérdida de empleos formales que resultan del cierre de pymes y microempresas familiares.

Este Gobierno se propuso mayor inclusión, disminución de la pobreza y la miseria, reparación de las víctimas y restitución de tierras como propósito de la Prosperidad Democrática. De contera favorecía así el clima y el dialogo para la paz. Sin embargo el énfasis en la Prosperidad Democrática se ha desvanecido no obstante que se ha avanzado en programas tan significativos como da disminución de la pobreza y el aumento de la vivienda popular.

Sin embargo la oposición ha logrado poner en la agenda nacional que el único propósito del Gobierno es el Proceso de Paz, no como parte esencial de l
Prosperidad Democrática, sino como pacto con la guerrilla.

La opinión pública sometida a corrientes económicas muchas veces contradictoriascomo la disminución de la pobreza al mismo tiempo que la pérdida de empleo formales, no encuentra la interpretación de sus problemas en la exclusiva polémica que la oposición ha logrado imponerle al mismo Gobierno en el terreno de la discusión política pública: todo se presenta por la oposición como si el futuro del país dependiese de si los guerrilleros vayan o no a la cárcel.

Frente al proceso de paz, aunque lentamente crece su aceptación, no es suficiente la convicción de que el camino dialogado contribuiría eficazmente a una mejoría en la inclusión social y en la prosperidad democrática. La gente está convencida y no le falta cierta razón, que es mejor esperar y reclamar de las acciones del Estado que esperar beneficios que se desprendan de ese proceso.

El tema sigue siendo de apoyo político y social para la paz: el tema es como generar una opinión comprometida que vea que la solución negociada del conflicto produce beneficios para el desarrollo de la gente.

Eso pasa primero por romper prejuicios que el propio Estado ayudó a consolidar en la opinión: para la gente no es claro qué le puede ofrecer el Estado a la guerrilla que sea superior a sus negocios. Haber vendido la idea de que esta no es una guerrilla sino sólo una banda de enriquecimiento personal, crea la primera barrera para que la gente acepte la bondad del proceso

Otro obstáculo a vencer es el prejuicio de que se estaba en "el comienzo del fin". Sin darle ventajas estratégicas a la guerrilla, habría que mostrar que en este momento estelar de Colombia y América Latina sería cada vez más costoso el mantenimiento de este conflicto de manera prolongada pues afecta la competencia y la competitividad de Colombia frente a otros países de América Latina que se están convirtiendo en polos dinámicos de desarrollo mundial.

El primer cambio que parecería demandar la situación es una pedagogía del Gobierno y todos sus Ministerios, orientada a mostrar el costo económico-social deconflicto y su eternización, cuánto resta frente a las metas de la Prosperidad y cuánto sumaria la paz a ese propósito.

La pedagogía necesaria parece pasar también porque el Gobierno -sin que ello signifique romper el sigilo de las agendas de negociación- unifique una bancada parlamentaria, convencida de la bondad de la negociación para la paz, más allá de las prebendas burocráticas. El proceso en el parlamento debe contar con una mayoría en que se explicite que la negociación es la mejor opción que no la únicaDe igual forma ha de hacerse una pedagogía sobre el aparato judicial y las entidades de control. El gobierno esta jugado pero aparece solo.

La ausencia de una pedagogía gubernamental sobre el proceso ha hecho que salga lo que no se espera: el Fiscal ha puesto a discusión el más sensible punto de la negociaciónLa Justicia Transicional. Y el fiscal ha mostrado que se puede hacepedagogía sin que se pierda confidencialidad de la agenda. Pero muestra también una paradoja, el Fiscal debiese ser el último en pronunciarse al respecto. La falla: no hay una adecuada y comprometida Ministra de Justicia y muy poco gabinete ministerial trabajando para unificar el país en ese Propósito Nacional. 

El escepticismo de la población frente al proceso y la falta de consecuencia en su abordaje por el Estado llevo a la oposición a la convicción de que éste era el talón de Aquiles del gobierno. Y si no es su único factor de oposiciónes el principal. La confusión entre el sigilo frente a la negociación y la ausencia de una sistemática pedagogía sobre el mismo le ha facilitado a la oposición el generar toda suerte de suspicaciasllegándose al punto de la revelación de secretos de Estado esenciales a la seguridad nacional, sin que se conozca ninguna medida sancionatoria.

La oposición del ex Presidente Uribe logro ocupar todo el espacio de la crítica social por la debilidad de la aceptación del proceso por la opinión y por la siempre inicial incomprensión frente a las inevitables concesiones que impone un proceso de paz. Adelanto el debate electoral del 2014 y puso el éxito o el fracaso del proceso como piedra angular de este debate. El Gobierno aparece a la defensiva, no hay ningún proyecto de propósito nacional que jalone a la sociedad en la convicción de que la continuidad en un nuevo periodo o el final de este Gobierno traerán beneficios tangibles a los ciudadanos.

Los partidos de la Unidad Nacional aparecen fragmentados interiormente y no hay, más allá de los beneficios burocráticos, un factor aglutinante y movilizador para la campaña electoral del 2014. El momento que vive el país en el mundo, cierta favorabilidad fiscal que asiste a este Gobierno, un concierto internacional dirigido por un hombre como Obama favorecería que el Presidente Juan Manuel Santos lance una propuesta aglutinadora que establezca un Cambio Político en la relación entre los partidos de la Unidad Nacional.

Una propuesta de Cambio Político que, discutiendo la propia existencia de esos partidos, si es necesario, reaglutine una gobernabilidad positiva, cierta y dinámica al estar apoyada por la gente, mucho más allá de las direcciones actuales de los partidos. Hay que convocar los líderes que han luchado por la paz, empezando por Andrés Pastrana, Belisario Betancourt y los miembros de esos gobiernos, en un Frente por la Paz que saque el debate de la dinámica Santos vsUribe.

No queremos significar que la oposición ha ganado de antemano una batalla al imponer el terreno del debate electoral en el tema de paz o guerra. Por el contrario, el Presidente Juan Manuel Santos al llamar a la marcha del 9 de abril acepto el reto de ese debate y cruzo el Rubicon, con resultados favorables. La suerte está echaday sin duda favorece a la paz y a la posibilidad del aglutinar la población tras un Cambio Político que habría que definir para asegurar el aglutinamiento en torno a un propósito transformador y no a meros acuerdos burocráticos electorales.

El desafío está en definir ese Cambio Político y unificar en primera instancia el propio Gobierno, calificar su gabinete y volcarlo de frente a la opinión para asegurar una movilización nacional que convierta a la paz en un paso de la Prosperidad Democrática.

Habría que rediseñar la comunicación del Gobierno con la ciudadanía: 1) rompiendo la pretensión de hacer del Presidente Juan Manuel Santos un personaje folklórico, eso no le va a un hombre que la sociedad reconoce como un administrador, un técnico. 2) asegurando que el Presidente pueda sostener diálogos informales y horizontales con generadores de opinión y factores de poder como los empresarios, los directores y dueños de medios de comunicación, los líderes de organizaciones gremiales y/o sindicales, etc. El ejemplo de ProAntioquia es un buen comienzo, pero se requiere aún más informalidad, horizontalidad y 
perseverancia etodas las grandes ciudades.

Hay que recordar que este debate electoral lo define las grandes concentraciones urbanas donde es necesario establecer una articulación del Gobierno Nacional con los Gobiernos Municipales: La escogencia de las diez principales ciudades del país para el debate electoral podría definir una agenda de trabajo del ejecutivo nacional y particularmente del Presidente en los programas del ejecutivo y en el desarrollo de ese Cambio Político que aglutine a la ciudadanía.

Por último, parecería que las definiciones electorales no se pueden seguir aplazando cuando en efecto hay una coordinada campaña de la oposición a nivel nacional. Igualmente ese diálogo informal y horizontal del Presidente con distintos actores tiene que ayudar a complementar el círculo de asesores, asesores que muchas veces tienden a convertirse en factores de opacidad, en hombres del 'si señor' que impiden ver la realidad de los problemas. 

Nota: Reflexión presentada en la reunión de REPENSAR de mayo del 2013


jueves, 16 de mayo de 2013

LOS CAUDILLOS - Jorge Eliecer Gaitan


Fue el hombre de mayor impacto caudillista de los mediados del siglo XX en Colombia.

Surge de un sector humilde de la población y llega ser un personaje de importantes logros en el ejercicio de su profesión de abogado penalista. Esto se debe a su formación como tal en Italia al lado del profesor Enrico Ferri; éste insigne jurista era un representante ilustre de la escuela positivista del Derecho.

Con su capacidad oratoria, Gaitán fue un victorioso defensor en los estrados judiciales porque, en ese entonces, el juzgamiento penal se hacía a través del jurado popular; compuesto éste por personas del común que era sensible a una oratoria de tinte emotivo y Gaitán aprovechó esa situación en sus defensas.

Impregnado ideológicamente por el positivismo jurídico que era efecto de las tesis socialistas, Gaitán incursionó en la política en forma independiente fundando un movimiento al cual le colocó el nombre de Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria -UNIR-, como una respuesta al desprestigio del liberalismo en el cual había puesto su esperanza política. Sin embargo ese intento no le prosperó y, pronto, volvió a las toldas del partido liberal. Así describe ese proceso ideológico y político el profesor Gerardo Molina en importante estudio de "Las Ideas Liberales en Colombia":
"…pronto liquidó aquel ensayo autónomo y volvió al viejo partido, convencido de que allí estaban los efectivos humanos que le permitirían llevar a los hechos todos sus designios; pero "el gaitanismo" seguía actuando como una cauda, irrestrictamente ligada a la persona del caudillo. Pocos años después concibió el proyecto asombroso de convertirse en el adalid de los pobres, cualesquiera que fueran su filiación política y su fe religiosa. Su afirmación de que "el hambre no es liberal ni conservadora", apuntaba en esa dirección. Fue esa la concepción realmente revolucionaria de Gaitán". (Las Ideas Liberales en Colombia- de 1935 a la iniciación del Frente Nacional- tomo III-ediciones tercer mundo-segunda edición-. 1978-Bogotá).

Las multitudes, sin distingos de signos políticos ni religiosos, son la materia prima del caudillismo cuya estructura manifiesta es el discurso populista. Son las necesidades más sentidas de esas masas el objeto de la proclama ferviente y ardorosa del líder político; esta es una ley social universal porque representa el poder inmenso de la palabra; el ser humano es, sustancialmente sensible a la palabra porque responde a su propia esencia, a su carácter de Ser Social del mismo. La palabra es un instrumento de poder y el de mayor efecto al presentarla ante multitudes en capacidad de recibirla. Así fue como Gaitán ganó importantes casos en sus defensas penales en el foro judicial, como dijimos antes. Y esa misma oratoria inflamó el sentimiento popular; en el primer caso defendía una causa personal y en el segundo una causa social que las inmensas mayorías populares de Colombia exigían; el blanco era la casta oligárquica liberal-conservadora y, ese blanco lo era, también, del pueblo en general; por ello, Gaitán era el sujeto esencial de esa contradicción: pueblo-oligarquía y por ello su proclama terminaba siempre: "Contra la oligarquía, a la carga, contra la oligarquía, a la carga, contra la oligarquía, a la carga". Con esta consigna y discurso, ha sido el político de mayor impacto que ha existido en Colombia; fue por ello que su muerte inició un período aciago del pueblo colombiano denominado como "la violencia", dentro del cual se calcula fueron sacrificados alrededor de trescientos mil colombianos.

Y por ser su posición de carácter caudillista fue que la violencia que desató su muerte, fue una violencia de instinto y no de raciocinio.

Con la muerte de Gaitán se cierra un importante período de nuestra Historia pero deja de existir esa clase de caudillismo. La enseñanza que debemos asimilar y difundir es que solo lo colectivo puede ser eficaz en la búsqueda de una sociedad superior a la actual.


Tomado de Critica Politica



martes, 14 de mayo de 2013

Petro, ‘bocatto di cardinale’*

Por: Cristina de la Torre**.
"Sería postre suculento del banquete que el procurador se ha dado con sus contradictores políticos".

Con la destitución de Petro por supuestas irregularidades en el sistema de aseo, que algunos pronostican, mataría Ordóñez dos pájaros de un tiro: se sacudiría a un duro competidor por la Presidencia y su proyecto de izquierda, y se ofrecería él como solución a la crisis de candidaturas de la ultraderecha. Ahora, o en cuatro años. A la manera del dictador moderno que simula respeto por la ley, el jefe del Ministerio Público pretexta intervención disciplinaria para aplastar al contrario en ideas y hacer prevalecer las suyas propias.

Entre rezo y rezo, este hombre que sabe de las concupiscencias del poder, calculará llegado el momento de capitalizar una opinión moldeada con esmero por las divisas más reaccionarias: el integrismo católico, el uribismo y su manía de guerra, el ala más oscura del Partido Conservador. Acaso también el movimiento nazi denominado Tercera Fuerza, que exalta a Ordóñez como “el último hombre en pie con sentido común”; sin que él rechace la lisonja. Pero deberá aclarar si tuvo o no “cercanías y afinidades” con Armando Valenzuela, inspirador de aquel engendro que —según informa Daniel Coronell— resultó emparentado con lefebvristas correligionarios del procurador y con los paramilitares del Magdalena Medio. Supuestas simpatías de este orden no le impiden allanarse a la política menuda: se opone a tocar las pensiones de parlamentarios y magistrados, con lo que acaba de comprar la benevolencia de la clase política y judicial: por chantaje o por favor.

El procurador va por lo suyo y Petro da papaya. Se sabe gobierno de minoría y opinión adversa, alimentada por ineficiencia en la gestión, por pugnacidad en el estilo del alcalde, por inquina de noticieros de radio y televisión. Y sin embargo, el burgomaestre suma errores que ceban el baculazo justiciero y tapan sus logros. Equivocaciones como la de confiar al entonces gerente del Acueducto, un irresponsable, la transición al modelo público de aseo; o la de no prever el sabotaje de los operadores privados que dejaron de recoger basuras para crear el caos, opacan hechos sin antecedentes. Como que en el último año redujo Bogotá 3 puntos el índice de desigualdad. La mitad del servicio de aseo es hoy público y funciona bien. Guillermo Alfonso Jaramillo les arrebató a los corruptos el aparato de salud para volcarlo sobre los más pobres. Y tras 60 años de ires y venires, es Petro quien logra el contrato de ingeniería que lanza la construcción del metro en Bogotá. Todo ello, no obstante haberse topado él con una ciudad semidestruida y esquilmada por el cartel de la contratación.

A 23 años de firmada la paz con el M-19 y cuando ésta podría extenderse a las Farc, el locuaz mentor de la derecha se embosca contra la justicia transicional que daría por terminada la guerra. “Hay punitivistas de última hora —dijo Sergio Jaramillo—, que hace diez años apoyaban amnistías para paramilitares y hoy son inquisidores”. Inquisidores también de la legalidad que, de sancionar a Petro, desaconsejarían la opción de cambiar balas por votos, pues el mensaje sería que la legalidad no paga. ¿No es eso boicotear la paz? ¿No es involucionar a la dictadura teocrática de Núñez o al Frente Nacional y su monopolio de la política por una fuerza única que niega la existencia de todas las demás? ¿No fue éste uno de los móviles de la insurgencia armada en Colombia? Manduquearse en Petro una opción de izquierda democrática sin causales suficientes ni sindéresis ¿no azuzaría la guerra? ¡A moderar el apetito por este bocatto di cardinale!

Coda. ¿Ya la justicia sabe quién ordenó atentar contra Ricardo Calderón?
                                                                                                                   



* Tomado del Espectador, 13 Mayo 2013  
** Profesora e investigadora de la Universidad Externado de Colombia. Columnista de El Espectador. Autora de varios libros, el más reciente titulado "Álvaro Uribe o el Neopopulismo en Colombia". Cofundadora y periodista de la revista "Alternativa"

viernes, 10 de mayo de 2013

Treinta años después de su muerte "La leyenda Bateman"

En su lenguaje caribeño, el creador y máximo líder del M-19, Jaime Bateman Cayón, definió el diálogo por la paz como el sancocho nacional. No pudo verlo, pero sus ideales siguen vigentes.
 Por: Érick Camargo Duncan / Especial para El Espectador

          Jaime Bateman Cayón

El 28 de abril de 1983, Jaime Bateman Cayón, en ese momento máximo líder del M-19, abordó la avioneta de su mal destino. Hoy, 30 años después de ese fatídico viaje que impuso su ausencia, sigue siendo un personaje devorado por la leyenda. Por años fue el hombre más buscado del país y nunca pudieron capturarlo. Su historia constituye un legado con una carga adicional de misticismo y de valor.

Nacido el 23 de abril de 1940, bajo la brisa fresca de las dos de la madrugada en Santa Marta, el grito inaugural de su vida fue tan fuerte que su madre Clementina lo exaltó siempre como su primer gesto de rebeldía. La marca de un revolucionario caribeño que nunca fue un marxista dogmático, es más, que nunca creyó en los dogmas, porque siempre confió en el poder del corazón.

Vivió con la certidumbre de que nunca iban a capturarlo por la cadena de afectos que rodearon su ser. El talismán de su madre y sus hermanos, la solidaridad de sus amigos, los amores que lo inmortalizaron. Varias veces lo dieron por muerto en combate y hasta llegaron a la casa de su madre a dar la noticia. Ella, con su sabiduría enigmática, siempre replicó: “No le ha pasado nada. Se equivocaron de muerto”.

A los ocho años, cuando regresaba del colegio, lo atropelló una camioneta. Fractura abierta en la tibia de la pierna derecha fue el diagnóstico. Por un errado procedimiento médico casi la pierde. Esa herida, que le costó apremios en el monte o tratamientos eternos en la Unión Soviética, llegó a ser un rasgo inequívoco de su identidad, pero caló profundo en su carácter porque debido a ella leyó más que nunca.

Los discursos de Gaitán, su intervención en el Congreso para recriminar a la Nación y al Ejército por la masacre del 6 de diciembre de 1928 en la zona bananera, su voz que fue la del pueblo y fue silenciada el triste 9 de abril de 1948. El personaje central mientras curaba su herida, que siempre fue la señal para cualquier militar, que ante la más leve sospecha intentó descubrirlo por su cicatriz legendaria.

Como la mayoría de jóvenes de su época en Santa Marta, pasó por el Liceo Celedón, pero lo echaron. Por los mítines en los que empezó a participar y por haber corrido a un profesor en calzoncillos que le había puesto cero en un examen por hacer copia. Radicado en Bogotá, pronto encontró el lugar de su destino: la Juventud Comunista.

Su ascenso fue tan rápido que Manuel Cepeda, entonces directivo del Partido Comunista, constató que era el hombre adecuado para acompañar al cura Camilo Torres. Alguna vez lo hizo al popular sector de San Victorino y en medio del alboroto sucedió algo inesperado. Camilo Torres terminó encerrado en un local y él dándose trompadas con los policías. Algunos días de convalecencia y de nuevo al agite.

Fue comunista a secas y guerrillero de las Farc, pero siempre creyó que el marxismo sólo tenía vigencia si se adecuaba a la cultura colombiana, y mucho más a la caribeña. Por eso fue irreverente y, por ejemplo, a la hora de cambiar de rumbo, ideó publicar avisos en la prensa que confundieron la aparición del M-19 con un vermífugo de moda. Orlando Fals Borda, padre de la sociología en Colombia, lo dijo: Bateman humanizó la guerra. Sólo fue comparable a los generales costeños del siglo XIX que llegaban borrachos a los combates y perdonaban a sus prisioneros.

Todo el que lo conoció se sorprendió por su carácter. Fidel Castro, que se preciaba de conocerlos a todos, llegó a decir que pocos líderes revolucionarios lo habían impactado tanto como Bateman. En alguna ocasión hablaron toda una tarde mientras nadaban como viejos amigos en Playa Girón. El presidente de Panamá, Omar Torrijos, lo escuchó parlar una noche entera y salió diciendo que Colombia tenía una oportunidad excepcional con Jaime Bateman.

En las reuniones más insólitas aparecía como un fantasma. Un día Gabriel García Márquez andaba por Bogotá buscando hacer una crónica sobre la última semana del cura Camilo Torres antes de partir a la selva y terminó con Bateman. “Yo a ti te conozco, tú estabas en la casa de Teodoro Petkoff en Caracas una vez”, le expresó el escritor. Bateman lo negó por seguridad, pero luego comentó en privado: “¡Que memoria la de este tipo! De esa reunión no podía saber nadie”.

Ya desde entonces, cargando el fardo de excomunista y exguerrillero, comenzó a obsesionarse con los diálogos de paz, a los que en su visión caribeña denominó el “sancocho nacional”. Es decir, sentarse a la misma mesa con Turbay, con Galán, con García Márquez, y entre todos discutir los problemas de fondo del país más desigual de América Latina. Un sancocho que nunca concretó, pero cuya esencia se vio en la Constituyente de 1991.

Un sueño frustrado que en palabras del escritor Alfredo Molano en 2010, a propósito de la conmemoración de los 30 años de la toma a la Embajada de República Dominicana en 1980, significó demasiado. “De haberse concretado aquel idílico sancocho, se habría evitado la tragedia del Palacio de Justicia, el exterminio de la Unión Patriótica, 25.000 desaparecidos, cementerios secretos, falsos positivos, motosierras, toda la sangre y las mentiras que han estremecido al país.

El 23 de abril de 1983, Jaime Bateman cumplió 43 años. Cuatro días después abordó la avioneta de su mal destino. Supuestamente el presidente Belisario Betancur iba a reunirse con él para dialogar sobre la paz. Ni las premoniciones de sus amigos, ni su interés repentino por reencontrarse con sus afectos y sus amores, ni el mal clima reinante, nadie logró persuadirlo de no embarcarse.

La avioneta monomotor Piper iba pilotada por el excongresista Antonio Escobar, samario y amigo de la familia Bateman. Despegó a las 7:45 de la mañana del aeropuerto Simón Bolívar de Santa Marta. Su destino final era el aeropuerto civil de Paitilla, en Panamá. Lo acompañaban Nelly Vivas y Conrado Marín. Ella, bióloga de profesión y caleña de origen. Él, campesino del Caquetá, amnistiado por Betancur y de nuevo en las filas de la guerrilla.

“Estoy ascendiendo a 9.000 porque tengo un tiempo un poco malo abajo, logro ver algunos huecos, pero si tú me localizas por el radar me podrías indicar qué ruta o qué rumbo coger para tu estación o Paitilla. Te informo que no tengo Transponder”, informó el piloto. Desde ese anuncio se configuró el desastre. No fueron detectados con prontitud en el radar del controlador y no se pudo sugerir una ruta. Solo seguir ascendiendo. Luego la señal se interrumpió para siempre.

Las labores de búsqueda de la avioneta fueron incesantes. La Aeronáutica Civil de Panamá exploró el área durante ocho días. El piloto personal de Torrijos participó en la operación. La familia de Antonio Escobar destinó recursos para insistir en la búsqueda, el M-19 envió patrullas a la zona y transitó por la selva durante 70 días. Todos confiaban en la inmortalidad de Jaime Bateman. Hasta los indígenas kunas decidieron sumarse a la desesperada empresa.

Después de tres meses de minuciosa búsqueda sin resultados convincentes, el M-19 emitió un comunicado público en el que aceptó la desaparición de su máximo líder. Lo hizo para reivindicar la vigencia de su lucha y para cortarles el vuelo a las especulaciones que decían o que había muerto en el Caquetá o que se había fugado con los fondos del movimiento para irse a vivir como un rey a Europa.

Nueve meses después del fatídico viaje, finalmente los indígenas kunas reportaron el hallazgo de la avioneta. El rescate de los restos y de los objetos que quedaron terminó de despejar dudas. Encontraron un casete con las canciones de Celina y Reutilio que le encantaban a Bateman, una máquina de escribir, sus zapatos torcidos con las plantillas de siempre y un ejemplar con hojas desperdigadas del libro que siempre mandó a leer a sus amigos: Cien años de soledad.

La prueba definitiva la aportó el informe del forense con el registro de su herida eterna marcada en el hueso de su pierna derecha. En tres cajas metálicas forradas en terciopelo rojo fueron llevados a Santa Marta los restos de Nelly Vivas, Conrado Marín y Bateman. El 21 de febrero de 1984 los recibió Clementina en el aeropuerto. Lo que pasó después aún se recuerda. Un entierro sin precedentes donde los acordeoneros pobres entonaron una y otra vez el vallenato “La ley del embudo”, que Bateman patentó como himno del M-19.

Después de 30 años, la leyenda Jaime Bateman sigue intacta, cabalgando en la historia con el mismo desparpajo de quien la encarnó en la guerra cuando fue necesaria y en la lucha por la paz cuando se hizo obligatoria. El sancocho nacional al que no pudo asistir, pero que quedó impreso en la historia que hoy reseña como una buena parte de sus compañeros de lucha pudieron concretar el sueño de la paz, y sellarla con la firma de una constitución incluyente en la que quedó su legado.

Tomado del El Espectador. 27 Abril de 2013

jueves, 9 de mayo de 2013

QUE EN COLOMBIA SE HAGA REALIDAD EL ESTADO LAICO

Continuando con nuestro tema de opinión en torno al tema de la libertad de culto en Colombia, publicamos el aporte que nos hace nuestro amigo Jorge Enrique Montoya Guerrero. Esperamos sus comentarios

La libertad de pensamiento y la libre elección de profesar o no de una religión, son conquistas que enfrentaron muchos obstáculos a los largo de la historia. El dogmatismo religioso, apoyado por el poder civil fue implacable, aunque en gran parte del mundo se ha consolidando la separación del Estado con las iglesias. En esos esfuerzos, en el difícil siglo XVII, contribuyó destacadamente el pensador inglés y promotor del liberalismo John Locke, particularmente con un texto denominado Carta Sobre la Tolerancia (Ed. Mestas, Madrid, 2001).

Aquí algunas de sus ideas:

La finalidad de la verdadera religión, es que ha nacido no en función de una pompa exterior, ni para ejercer un dominio eclesiástico, ni tampoco para utilizar la fuerza, sino para regular la vida de los hombres con rectitud y piedad.

Estimo necesario, sobre todo, distinguir exactamente entre las cuestiones del gobierno civil y las de la religión, fijando de este modo las justas fronteras entre la Iglesia y el Estado.

El Estado es una sociedad de seres humanos constituida para preservar y promover los bienes civiles como la vida, la libertad, la salud y las posesiones materiales como la tierra. Todo el derecho y la soberanía del poder civil está limitado y restringido al cuidado de promover esos bienes; y éstos no deben ni pueden, de manera alguna, extenderse a la salvación de las almas.

El cuidado de las almas no puede pertenecer al magistrado civil, porque todo su poder consiste en la coacción. Es de tal naturaleza la inteligencia humana, que no se le puede obligar por ninguna fuerza externa. Si se le confiscan los bienes, si se le atormenta el cuerpo con la cárcel o la tortura, será todo inútil, si con las torturas se pretende cambiar el juicio de la mente sobre las convicciones.

Una cosa es persuadir y otra mandar; una cosa es apremiar con argumentos y otra con decretos; estos son propios del poder civil, mientras los otros pertenecen a la voluntad humana.

El poder civil no tiene que prescribir artículos de fe o dogmas o formas de culto divino junto con la ley civil. Pues, efectivamente, las leyes no tienen fuerza si no se les añaden los castigos. Si alguien quiere acoger un dogma o practicar un culto para salvar su alma, tiene que creer que ese dogma es verdadero y que el culto será grato y aceptado por su Dios. Pero ningún castigo está en modo alguno en grado de infundir en el alma una convicción de ese género.

Una iglesia es una sociedad libre de seres humanos que se reúnen voluntariamente para rendir culto público a Dios de la manera que ellos juzguen aceptable a la divinidad, para conseguir la salvación del alma. Digo que es una sociedad libre y voluntaria: nadie nace miembro de una Iglesia. 

El ser humano, no está obligado por naturaleza a formar parte de una iglesia o secta. Luego de ingresar a una iglesia y si con posterioridad descubre alguna cosa errónea en la doctrina o incongruente con el culto, tiene que tener siempre la posibilidad de salir de la iglesia con la misma libertad con que había entrado.

Frente por la Cultura Laica