viernes, 27 de marzo de 2015

Gobernadores y Alcaldes comprometidos con la Paz y el Postconflicto



Julio E. Higuera
Politólogo – Universidad del Valle

Los avances en las conversaciones de paz en la Habana, colocan en la agenda política de quienes aspiran a ser elegidos como los nuevos gobernantes regionales y locales en las próximas elecciones del mes de octubre, el tema de las regiones; pensándolas desde una etapa de posconflicto. Los nuevos gobiernos tendrán como tarea fundamental estructurar metas, estrategias, proyectos y programas orientados a planear el desarrollo regional, en una fase en la que se debe pensar las regiones como zonas estratégicas para el desarrollo del país, la consolidación de la paz y la reconciliación.

Es una coyuntura, en la que vamos a tener la posibilidad de conocer las propuestas de los candidatos y partidos políticos, para abordar seriamente los graves problemas del desarrollo regional, en perspectiva de la firma de un acuerdo final de paz, en las que se debe reconocer la responsabilidad y el rol que deben jugar esos nuevos gobiernos en esa etapa histórica.

Debemos ver el postconflicto desde la perspectiva de las regiones, puesto que la paz se construye desde ellas, lo que nos debe convocar a que en las próximas elecciones elijamos gobernantes apoyando y comprometidos con la firma de unos acuerdos que pongan fin al conflicto armado. El proceso de paz y la fase de postconflicto, es la oportunidad para desarrollar programas y agendas, adaptadas a las necesidades de cada región, mediante procesos incluyentes y participativos, en las que la población se prepare y participe activamente, formulando propuestas que se conviertan en proyectos viables. Hay que tener en cuenta que el liderazgo social y ciudadano es fundamental para la construcción de una cultura de paz y  reconciliación.

En esta fase de las negociaciones y de cara a las elecciones regionales y locales, la participación ciudadana y social juega un papel fundamental, fortaleciendo y creando una alianza entre el gobierno y las organizaciones de la sociedad civil, bajo el principio del reconocimiento y respeto mutuo, en la que el gobierno tenga la capacidad de escuchar, valorar el papel y aporte de las organizaciones sociales y éstas a su vez sean capaces de escuchar y valorar los esfuerzos del gobernante. 

Es preciso entender que con la sola firma de un acuerdo de paz con la guerrilla, no se resuelve el problema de la violencia, la reconciliación y la solución de los problemas sociales que afectan a la población. Es un proceso que hay que pensarlo a largo plazo, formulando políticas y estrategias que de manera progresiva vaya abriendo espacios a la paz definitiva y el desarrollo social sostenible, en las que se puedan construir escenarios de diálogo con las comunidad y sus organizaciones sociales, creando un entorno económico, político y social, que le garantice a la población el disfrute de sus derechos, mejorando su calidad de vida.

lunes, 16 de marzo de 2015

Elecciones Transparentes en el Valle: Una Responsabilidad Ciudadana


Julio E. Higuera
Politólogo – Univalle

La democracia es un asunto de todos, por lo tanto participar en las elecciones no sólo es un derecho, sino también una responsabilidad ciudadana. En nuestras manos esta elegir buenos o malos gobernantes. Nuestra constitución Política establece un sistema de democracia, participativa y pluralista. A través de la participación, los ciudadanos toman parte en las decisiones en la vida económica, política, administrativa y cultural de la nación, así como en el derecho de elegir y ser elegido.

El 25 de Octubre elegiremos en el Valle del Cauca,  Gobernador o Gobernadora, los 21 Diputados a la asamblea departamental, los 42 alcaldes municipales y  Concejales para igual número de municipios. La Fiscalía General de la Nación ha informado que ya existen denuncias, en varias regiones del país, sobre posibles delitos contra el sufragio, por trashumancia en el proceso de inscripción de cedulas, y la injerencia de grupos al margen de la ley que buscan alterar los resultados del 25 de octubre del 2015. En el Valle del Cauca existen 7 denuncias.

Cambiar la cultura ciudadana, para que la democracia participativa, no quede reducida a las preventas clientelistas de quienes ostentan el poder político regional, así como del control del aparato gubernamental; a una cultura en la que el ciudadano, antes de tomar su decisión, se informe sobre quiénes son los candidatos o el  candidato por el que va a votar y cuáles son sus propuestas e ideas de gobierno, puesto que una ciudadanía bien informada es sinónimo de mayor transparencia, optando por la mejor decisión en el momento de depositar su voto, fortaleciendo el ejercicio de la participación ciudadana y el derecho a exigirle, al elegido, de rendir cuentas sobre su gestión de gobierno o actividad legislativa.

Las veedurías ciudadanas, juegan un papel importante en el seguimiento al proceso electoral; se constituyen con ciudadanos que pueden prevenir sobre los delitos electorales, durante la etapa preelectoral, así como en el día de las elecciones, evitando comportamientos como la compra y venta de votos, la trashumancia y la coerción al elector; para que este proceso electoral sea realmente transparentes, seguro, confiable y democrático.

Es importante que los partidos políticos, adopten mecanismos diáfanos en los procedimientos y acciones para la designación de sus candidatos a los diferentes órganos de elección popular, lo que seguramente les permitirá formar sus  futuros cuadros y liderazgos políticos, que fundamenten su gestión pública,en actuaciones transparentes, implementando practicas como la  rendición de cuentas periódicas y mecanismos de inclusión ciudadana en la toma de decisiones que afectan directamente a la población. Se requiere líderes políticos que se  comprometan con la promoción y defensa del bienestar y una mejor calidad de vida de los ciudadanos, para que esta sea  equitativa en el marco del respeto de los derechos ciudadanos.

Que importante sería que en la construcción de los programas de gobiernos, los diferentes partidos y movimientos políticos, sus aspirantes a las alcaldías o gobernación, promovieran procesos como las constituyentes o audiencias ciudadanas, que culminaran con la firma de pactos por la transparencia, orientados a mejorar la convivencia y la participación ciudadana, comprometiendo, de esa manera, a los partidos y sus candidatos con las necesidades de la comunidad. Un gobierno transparente que contribuye a la sostenibilidad democrática de la institucionalidad, es aquel que en su acción del gobierno, involucra a las diferentes expresiones de la sociedad, gremios económicos, empresariales, organizaciones sociales  y comunitarias, proporcionándole herramientas para su articulación y participación.


viernes, 6 de marzo de 2015

Homenaje a Estanislao Zuleta

Tomado de la Palabra  Periódico Cultural de la Universidad del Valle - No 257, Marzo del 2015 /

jueves, 5 de marzo de 2015

¿Usted Sabe Quién Soy Yo?



Julio E. Higuera
Politólogo – Universidad del Valle

A escasos 8 meses de realizarse las elecciones regionales y municipales,  los y las actuales aspirantes a la alcaldía de Cali no salen del anonimato, pues de acuerdo a los últimos sondeos de opinión, realizados por diferentes firmas encuestadoras,  se observa que el nivel de conocimiento entre la ciudadanía, a excepción del Ex vicepresidente Angelino Garzón y el Empresario Roberto Ortiz, los demás candidatos y precandidatos a la alcaldía de Cali, hombres y mujeres, no alcanza el 15%.  

Uno de los mayores retos que debe afrontar cualquier aspirante a un cargo publico de elección popular, es poder posicionar su nombre entre la opinión pública y lograr su aceptación en ella. Cuando hablamos de posicionamiento, no se refiere a que el ciudadano del común, simplemente reconozca su cara o relacione su nombre, sino que este en la capacidad de hacer una valoración de su gestión en los diferentes cargos públicos y sociales que haya desempeñado.

Es común escuchar entre los círculos políticos de la región, que para ser buen candidato se requiere el respaldo de un líder político carismático y aceptado entre la opinión pública, el apoyo de una colectividad política que ponga a su disposición, toda su estructura política y finalmente contar con los recursos económicos necesarios para financiar la campaña electoral. Igualmente muchos aspirantes invierten grandes sumas de dineros en medios de comunicación o  campañas publicitarias, para darse a conocer entre la ciudadanía. Sin querer demeritar la importancia de esas estrategias,  existen otras condiciones que permiten que la figura pública genere simpatía y aceptación entre sus eventuales electores.

La experiencias de líderes políticos carismáticos, que generan opinión favorable o desfavorable, es porque han sabido visibilizar sus propuestas y resultados en la gestión que han desarrollado, cuando han ejercido cargos públicos, y que han logrado que sus opiniones se mantengan vigentes y trasciendan mas allá de que se esté ocupando, actualmente, o no un cargo publico de importancia.

Un principio básico para ser un buen dirigente político es la capacidad para que sus seguidores manifiesten su plena devoción y convencimiento con el proyecto político que se le está proponiendo, estar en la capacidad de entender la realidad que lo rodea, la problemática que afecta a la población, y la aptitud personal que se manifieste para encarar esa problemática. Para que una aspiración gane legitimidad y reconocimiento ciudadano, debe expresarse en unas relaciones más humanas y profundamente democráticas, en las que se vea reflejadas valores como la tolerancia, el pluralismo y el respeto al derecho que tienen las personas a vivir en condiciones más dignas.

Cuando se quiere aspirar a ser el próximo mandatario de los caleños, hay que tener en cuenta que cuando se ejercen cargos públicos de primera línea, en la que se cuenta con recursos para desempeñar una buena gestión, no se puede ser mediocre para ocultar los errores o las incapacidades administrativas que se cometen, y querer contar nuevamente con el respaldo ciudadano. Es fundamental ser honesto consigo mismo y con los demás, manteniéndose fiel a la verdad y que esta no dependa de coyunturas electorales, en las que usualmente optan por acciones que le sean más beneficiosas para sus propósitos individuales. La falta de honestidad hace que los ciudadanos sigan desconfiando de su dirigencia política, actitud que se refleja en el poco interés por conocer quiénes son sus gobernantes y los resultados de la gestión desempeñada.

La historia nos ha enseñado que solo aquellos líderes políticos carismáticos que dejan huella en su paso por diferentes responsabilidades públicas y sociales, siguen contando con la aceptación y aprobación de los ciudadanos y son ampliamente reconocidos y recordados por la opinión pública en general. De ahí la importancia que los diferentes aspirantes a la alcaldía de Cali entiendan que solamente si están mentalizados  en que su actividad solo será positiva si la pone al servicio de la comunidad y se entrega a ella en cuerpo y alma, será un dirigente altamente recordado y reconocido por el conjunto de la sociedad

domingo, 1 de marzo de 2015

Para salir de la Cárcel



William Ospina
| Tomado de Elespectador.com
 
Borges ha escrito que “el destino, que es ciego a las culpas, suele ser despiadado con las mínimas distracciones”. El destino no nos castiga por perdonar, pero sí por descuidar cosas que son básicas para impedir que los males se repitan sin fin.

César Gaviria ha propuesto que, para hacer posible la paz en Colombia, no sólo se incluya en lo que llaman la justicia transicional a todos los actores de esta guerra de cincuenta años, sino a los civiles que de cualquier modo participaron en ella. Guerrilleros, paramilitares, miembros de la Fuerza Pública, políticos, empresarios, los que han cometido los crímenes, los que los han custodiado, los que los han financiado, todos los partícipes del horror van a beneficiarse de este manto de perdón y olvido que, al parecer, es condición para que la guerra termine.

La propuesta ha despertado gran debate y fue hecha para ello. Los protagonistas de esta guerra quieren impunidad y la necesitan, y ese será el punto en que por fin estén de acuerdo, en un país donde todo en la política polariza, todo lo unido se divide y todos los diálogos son de sordos.

Desde lo alto hasta lo más alto, desde el Gobierno hasta las Naciones Unidas, ha empezado a oírse el rumor de los que adhieren a la propuesta y ven en ese acuerdo de punto final, en esa amnistía a la medida, el camino viable a la paz. Y es muy posible que tengamos que pasar por ese arco del triunfo de la impunidad. Pero el doctor Gaviria sólo tiene la mitad de la razón, y es que la justicia tiene por lo menos dos caras.

Muchos se oponen a esa paz sin castigos, sin tribunales, sin cárceles, a ese cósmico archivo de los procesos de una guerra de medio siglo. Afirman que con ella se repetiría fatalmente el sainete del Frente Nacional, que hace medio siglo puso fin a la guerra anterior garantizando la impunidad de los dos partidos que habían predicado, patrocinado y perpetrado todos los delitos. Sostienen que esa impunidad fue la causa de la guerra siguiente, que cuando los crímenes no son castigados se están creando las condiciones de un nuevo baño de sangre. Que es la justicia, el castigo, lo que hace que los crímenes no se repitan.

Pero lo que hizo que el Frente Nacional engendrara todas las violencias siguientes no fue la falta de castigo de los crímenes, no fue la amnistía general, sino que se fingiera la instauración de un país nuevo dejando en pie todas las injusticias, todas las exclusiones y todas las vilezas que habían dado origen a la violencia.
 El Frente Nacional fue una solución para los dos partidos degradados por la barbarie, pero no fue una solución para el país. La impunidad que logró garantizó la paz para los partidos, y por muy breve tiempo para la gente, pero engendró todas las guerras siguientes: la de las guerrillas, porque no resolvió los problemas del campo; la de la delincuencia común, porque no creó empleo, ni protegió el trabajo, ni favoreció la vida de los millones de campesinos expulsados a las ciudades; la de los narcotraficantes y las otras mafias, porque cerró las puertas a toda promoción social y a toda iniciativa empresarial; la de la corrupción, porque convirtió la política en un maridaje de burócratas, sin que la comunidad pudiera controlar nada; la del paramilitarismo, porque gradualmente permitió que el Estado desamparara a los ciudadanos y que la Fuerza Pública se aliara con el crimen.

Nada de eso es fruto del perdón, porque la verdad es que las cárceles nada corrigen. Si las cárceles y la severidad del castigo corrigieran los males de la historia, Colombia sería el país más pacífico del mundo, porque aquí no se le niega cárcel a nadie; las prisiones, que aquí son infiernos despiadados, están tan llenas que parece que los peores delincuentes no caben en ellas por física falta de cupo, y nada se ha corregido en los últimos 200 años.

 Nada corrigió la pena de muerte, ni el cepo, ni las torturas de Rojas Pinilla, ni los consejos de guerra del Frente Nacional contra los estudiantes, ni las torturas de Turbay, ni la interminable retahíla de una justicia meramente formal que exige a los ciudadanos respetar la ley, pero nunca exigió a la ley respetar a los ciudadanos.

Si el castigo trajera la paz, estaríamos navegando en mares de dicha, porque ningún país ha sido más castigado que Colombia.

Aquí lo que hace falta es la justicia que previene los males, no la que los castiga. Y esa justicia no le interesa al doctor Gaviria, que destruyó la industria nacional para favorecer el triunfo arrasador del mercado, ni al doctor Uribe, que le vendió medio país a las transnacionales, ni al doctor Santos, que fue la mano derecha de Uribe antes de ser la encarnación de todas las virtudes y ahora está vendiendo a las multinacionales la otra mitad, y sólo piensa en negociar con las guerrillas para tener libre el camino para feriar los dos grandes atractivos que le quedan a Colombia: la megadiversidad de los suelos y la mano de obra barata que tanto codician los extractores de riquezas.

No, no es la amnistía general lo que impedirá la paz. La amnistía general, si no niega la verdad y la reparación, podría favorecerla. Lo que impedirá la paz es el eterno egoísmo de nuestros dirigentes, que sólo se entusiasman con la paz cuando les conviene, cuando les parece un buen negocio, pero dejan en pie todas las injusticias y todas las degradaciones, en un país que es un hondo pozo de dolor para millones de seres humanos.

Fueron los dueños inflexibles de la guerra durante décadas, y perseguían al que hablara de paz, y ahora son los dueños inflexibles de la paz, y no dejan que nadie más entre en el libreto.