domingo, 23 de abril de 2017

El Apoyo Internacional a la Paz NO podía ser Condicionado

Julio E. Higuera
Politólogo

El proceso de paz en Colombia, ha recibido el reconocimiento y respaldo internacional, abriendo un nuevo escenario para la participación y expresión política de los miembros de las FARC, para que mediante la fuerza de la palabra y no de las armas, puedan exponer su propuesta de proyecto político a los colombianos. Debemos, recibir con respeto toda opinión que emane de sus dirigentes, más allá de que coincidamos o no con ellas, porque esas son las posibilidades que nos brinda la democracia participativa, así como el derecho constitucional  que tenemos los ciudadanos de participar en política y de expresarnos libremente.

Las recientes declaraciones del Jefe máximo de las Farc Timoleón Jiménez, en las que manifiestan su respaldo a la revolución Bolivariana, al gobierno de Venezuela y su Presidente Nicolás Maduro, son legitimas y coherentes con su pensamiento político y modelo de estado al que aspiran. Pero lo que es inamisible e inaceptable es el reclamo del señor Luciano Marín, Jefe de la Comisión Negociadora de las Farc, de reclamarle al Gobierno del Presidente Santos, por lo que él considera ¨La Ingratitud del Gobierno Colombiano, para con el Presidente Maduro¨, a raíz de los últimos acontecimientos de crisis reinantes en ese país hermano; así como las opiniones y alianzas de figuras prestantes de la oposición venezolana, con sectores políticos colombianos que se oponen y atacan el desarrollo del proceso de paz en nuestro país.

El respaldo internacional y el acompañamiento de los países garantes, a las conversaciones de la Habana, ha sido reconocido y valorado altamente tanto por el Gobierno Nacional, como por el conjunto de los colombianos que apoyamos y hoy celebramos el fin del conflicto; pero entendemos que ese apoyo internacional surge por el deseo y compromiso de los gobiernos y organismos del mundo de aportar a la construcción de un acuerdo de paz que pusiera fin a más de 50 años de conflicto armado en nuestro país, sin ningún tipo de condicionamiento o de respaldo a esos gobierno o al modelo de estado que proponen; así como no podemos condicionar o entrar a descalificar la decisión de la Farc, de brindarle su pleno respaldo al Presidente Nicolás Maduro y a la forma como está enfrentando la crisis social y política que afronta.

El manejo de las relaciones internacionales, es responsabilidad exclusiva del Presidente de la Republica y de su Canciller Maria Ángela Holguín. Pero de igual manera todos los estados miembros de organismos internacionales como la ONU o la OEA, entre otros, tiene la obligación de velar para que las crisis internas de los países miembros, sean solucionadas por la vía del diálogo entre las partes, brindando plenas garantías de respeto a los derechos ciudadanos, a la libre expresión y movilización pacífica de quienes difieren de las medidas políticas y económicas implementadas por quienes ostenta el control del poder político.

La solución a la crisis en Venezuela, es una decisión que solo los venezolanos deben asumir, sin ningún tipo de interferencia política externa y pasa por la necesidad de construir nuevos escenarios  para que tanto el gobierno, como los voceros de la oposición busquen salidas a la crisis, pasando, necesariamente, por la reconstrucción política y del tejido social del país, con la convocatoria de elecciones generales transparentes, con plenas garantías para todos los sectores políticos y de la sociedad, para que en ese escenario los ciudadanos, como constituyente primario, decidan el rumbo que debe tomar eses país, ofreciéndole a los venezolanos una calidad de vida más digna y con plena garantía de respeto a los derechos humanos, avanzando hacia la reconciliación y convivencia ciudadana.

sábado, 1 de abril de 2017

Acabar con el Canibalismo Político




Julio E. Higuera
Politólogo

La definición Aristotélica que el hombre es un animal político y nos diferenciamos de los animales, porque hacemos parte de una sociedad políticamente organizada, privilegiados con el uso del lenguaje para comunicarnos y participamos en los asuntos públicos con el objetivo de alcanzar el bien común. Pero pareciese que en la época actual esta definición desapareciera, convirtiéndonos en una sociedad canibalesca, en la que el “todo vale” se convierte en el arma más pronunciada de la política para descalificar a nuestros adversarios, lanzando todo tipo de diatribas a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

La Polarización política en nuestro país, entre quienes creemos que a través del dialogo podemos poner fin al conflicto armado en Colombia, y quienes insisten en que la salida debe ser la continuación de la guerra hasta lograr la claudicación de la guerrilla sometiéndolos a la justicia sin ningún tipo de beneficio, hace mucho daño a nuestra democracia y a la construcción de una sociedad tolerante, reconciliada y en paz.

Este ambiente canibalesco, hace de las mentiras y calumnias verdades absolutas, dirigidas a debilitar a nuestro contradictor, alimentando los odios y resentimiento mutuos sin la capacidad de perdón y reconciliación entre las partes. Son tan negativas los señalamientos y acusaciones mutuas, hasta el punto de buscar cualquier detalle que sirva para desacreditar y afectar la privacidad de las personas, a la que se tiene derecho, no solo causando un inmenso daño al individuo, sino que es colateral a su entorno familiar y social, fortaleciendo el escenario de las ofensas, con el solo afán de llegar a la opinión pública con noticias que difícilmente puede comprender y diferenciar entre una información seria y objetiva a aquellas que caen en el ámbito del chisme y la calumnia, alimentados por un interés personal que los beneficia, dejando de lado la objetividad al momento de realizar un comentario.  

Esta cultura predominante, nos convierte en depravadores de la democracia,  llegando al punto de creernos todo los que nos comentan, sin realizar el mas mínimo esfuerzo de análisis de la información recibida, y termínanos dándole la razón a quien hace la acusación, manteniendo el statu quo de una sociedad dominada por los odios, la indiferencia, resistentes al perdón y la reconciliación.

La ciudadanía hastiada de esta forma ejercer la política, debe hacer de la cultura ciudadana, no el medio para continuar alimentando los odios y la perpetuación de los enfrentamientos entre colombianos; sino en la alternativa de la sociedad para reponernos a esta cultura antidemocrática construida desde las ambiciones políticas y corruptas de quienes la promueven y se benefician de esos debates. Debemos actuar, como seres racionales que somos, con capacidad de pensar y reflexionar, distinguiendo lo bueno de lo malo, lo ético de lo inmoral, defendiendo lo justo de las injusticias, liderando una propuesta de cultura ciudadana basada en la defensa de la transparencia y el respeto a la dignidad humana y a los procesos de la democracia participativa, de respeto a la voluntad mayoritaria de la ciudadanía en la toma de decisiones.

La posibilidad de actuar como ciudadanos responsables con el presente y futuro de nuestro país, implica alejarnos del canibalismo político, la mentira, el resentimiento y la corrupción; de no conformarnos con escuchar verdades prefabricadas y reforzadas con el solo propósito de hacer daño a nuestro opositor; siendo racionales en nuestras opiniones y actuaciones, poniendo fin a la polarización existente, avanzando en la construcción de una propuesta ciudadana, basada en los principios de verdad, transparencia en la gestión pública, sensatez, tolerancia, dialogo y respeto para la convivencia democrática en medio de la diferencia, reconciliada y comprometida con la equidad social para alcanzar la paz definitiva.