Julio E. Higuera
Politólogo
Univalle
Para algunas campañas políticas, dentro de sus estrategias
políticas, privilegian hacer eco a los resultados de las encuestas, que exponer sus ideas y propuestas
de gobierno, en un grosero pragmatismo electoral y de manipulación al
ciudadano.
George Gallup, fundador
del Instituto de Opinión Pública Estadounidense y pionero de la medición de
opinión en radio y televisión mediante encuestas, manifestaba que no existen
pruebas científicas que demuestren la influencia que pueda ejercer las encuestas
entre los electores indecisos, para que opten por determinado candidato. En ese
mismo sentido se manifestaba el sociólogo francés Jean Soetzel al precisar que
los individuos indecisos, obedecen más a su fuero interno, que a las
influencias personales o a los resultados de las encuestas a las que les
prestan poca atención.
Las encuestas de opinión
de carácter electoral, son motivo de constante polémica por los variados y
contradictorios resultados que arrojan, generando cuestionamientos sobre la
validez y legitimidad de las mismas; pues en opinión de analistas, estas pueden
ser manipuladas y financiadas por determinados grupos de poder político y
económico, buscando influenciar sicológicamente al elector en el momento de
tomar su decisión; reportando resultados distintos a los obtenidos en su
aplicación, o distorsionando la interpretación de determinadas preguntas, que
buscan medir la intención de voto, para entrar en el escenario de las
especulaciones sobre la intención real del ciudadano.
Las encuestas de opinión
pública deben servir de insumo para la toma de decisiones, no obstante, no se
pueden convertir en propaganda dirigida a crear un clima de opinión favorable a
determinado candidato, pues los ciudadanos tienden a formar sus opiniones a
partir de determinar cuál es la opinión dominante en ascenso, para adaptarse a
ella, dejando de lado variables tan importantes como su hoja de vida,
experiencia y trayectoria en la gestión pública, capacidad y liderazgo para
asumir el cargo al que se postula.
Sobredimensionar los
resultados, que arroja una encuesta, en la que se refleje una clara preferencia
por determinado candidato, frente a sus contradictores, puede generar la
disminución de votantes, pues allí donde la elección ya está definida,
desmotiva al elector, quien se aísla del proceso democrático al considerar que
su decisión, en ese momento, no es tan determinante, o la campaña que cuenta
con los más altos índices de aceptación entre en un proceso de relajamiento, confiado en
la efectividad de los resultados entregados por la firma encuestadora.
La satanización y poca
credibilidad en las encuestas, es el reflejo de las distorsiones sociales que
ellas generan, pero pueden convertirse en un instrumento muy útil en la toma de
decisiones, si estas se realizan bajo los principios éticos de transparencia,
profesionalismo, objetividad, libres de la presión o intervención de actores
políticos y económicos, con intereses personales en determinadas campañas.