viernes, 14 de octubre de 2016

Los Diálogos de Paz son Irreversibles



Julio E. Higuera
Politólogo

Son muchos los esfuerzos realizados por diferentes gobiernos, dirigidos a alcanzar la paz y reconciliación de los colombianos; resistiendo la presión de sectores de la extrema derecha interesados en mantener y alimentar la guerra y el odio entre los colombianos.  

En la década de los 80, durante el gobierno de Belisario Betancourt, se abre un proceso de paz con las FARC, en el que se sello un primer acuerdo de cese al fuego, dando origen a la Unión Patriótica; como fuerza política alternativa. Sin embargo ese partido fue exterminado por lo sectores radicales enemigos de la paz, aliados al narcotráfico y al paramilitarismo. En ese mismo periodo se realizaron conversaciones con el ELN y EPL, pero todos estos acercamientos fracasaron, ante el incumplimiento de las partes a lo pactado, la reactivación de las acciones militares y ataques a la población civil de la guerrilla y el accionar criminal de los grupos paramilitares.

Durante los Gobiernos de Virgilio Barco, se alcanza un acuerdo con el M19, que logra la desmovilización de ese grupo guerrillero y en el Gobierno de Cesar Gaviria se inicia una nueva fase de diálogos de paz con las FARC, pese a que las fuerzas militares bombardeaban la sede del Secretariado de las Farc, en Casa Verde, en momentos en que los colombianos asistíamos a un proceso democrático en el que se elegirían los 70 representantes de la Asamblea Nacional Constituyente. En ese periodo se alcanzan acuerdos de paz y desmovilización con el PRT, el Movimiento Indígena Quintín Lame, la Corriente de Renovación Socialista, fracción del ELN y el EPL, mientras que la Farc y el ELN se mantienen en su lucha armada.

Andres Pastrana, inicio diálogos con las Farc en el Caguan, previo al despeje de 42.000 kilómetros, para la concentración de los equipos negociadores de esa organización guerrillera.  Durante los casi tres años de negociaciones, la zona de despeje se convirtió en un santuario controlado por las Farc, en el que se cometieron una serie de irregularidades, que iban desde secuestros a civiles, dirigentes políticos, militares y policías; extorsiones a comerciantes e industriales, hasta la planeación de ataques a instalaciones militares y de la policía, afectando a la población civil, sin que el gobierno tomara medidas que pusieran fin a los excesivos abusos y acciones de la guerrilla. Este frustrado proceso llega a su fin tras el secuestro del ex congresista Luis Eduardo Gechen en un vuelo comercial, por parte de la columna Teófilo Forero de la Farc.

Durante el Gobierno de Alvaro Uribe, no se llevaron a cabo diálogos con la guerrillas, solo hubo acercamientos humanitarios para la liberación de secuestrados.

Pese a la desconfianza y escepticismo de los colombianos, al ver frustradas las posibilidades de alcanzar la paz, en procesos anteriores, sumado a las acciones violentas de la guerrilla, el Presidente Juan Manuel Santos inicia diálogos con la Farc en la Habana, enfrentando la férrea  oposición de Alvaro Uribe y el Centro Democrático, el ex procurador Alejandro Ordoñez, algunos sectores del conservatismo, sectores de la extrema derecha y algunos medios de comunicación, que señalaban de inconvenientes lo acordado en la Habana, manifestando reparos al Marco Jurídico para la Paz, por considerar, en opinión de ellos, que los miembros de las Farc serian “eximidos de la responsabilidad en delitos de lesa humanidad”, así como en el punto sobre la participación política de los miembros de esa organización guerrillera.

En el desarrollo de los diálogos en la Habana, se presentaron episodios tensos que generaron crisis en las negociaciones, pero aun en medio de esas crisis, la campaña desinformadora, llena de calumnias y mentiras del uribismo, se logro construir confianzas entre las dos delegaciones negociadoras, permitiendo que el Presidente Santos y Rodrigo Londoño, Comandante de las FARC suscribieran el Acuerdo Final de Paz, previa a la refrendación de los mismos en la X Conferencia Nacional de las Farc.

La última prueba de fuego para los diálogos seria la refrendación o el rechazo, a los acuerdos, a través del plebiscito, convocado por el Presidente para el 2 de octubre pasado. El resultado fue favorable a los partidarios del NO,  abriendo una nueva etapa del proceso de paz, en la que se busca un gran acuerdo nacional, con todos los sectores políticos, sociales y religiosos, que permita mejorar los  acuerdos a los que ya se han llegado, recogiendo las observaciones de los opositores a los mismos. Las Farc han manifestado su disposición a escuchar las diferentes opiniones e introducir ajustes en algunos de los puntos.

Paralelo a esos acercamientos entre los diferentes sectores políticos y de las fuerzas vivas del país, se viene generando un gran movimiento ciudadano en el país, que mediante movilizaciones masivas, lideradas por jóvenes universitarios, organizaciones campesinas e indígenas, de regiones afectadas por el flagelo de la guerra, le exigen al Gobierno, a las Farc y a las fuerzas promotoras del SI y el NO, que alcance un acuerdo definitivo de paz, bajo la consigna ¡Acuerdos de Paz Ya!

La voluntad indeclinable del Presidente Santos y las Farc de continuar defendiendo este proceso de diálogo, el apoyo ciudadano expresados en las masivas marchas, el acompañamiento de la comunidad internacional; así como el inicio de la fase publica de negociaciones con el ELN, previa a la liberación de los secuestrados en su poder; nos indican que el fin del conflicto armado y el alcance de la paz definitiva, constituye en un hecho histórico imparable e irreversible, que los colombianos debemos acompañar y defender, para que las pretensiones de algunos sectores de dilatar el proceso, alimentados por el odio y los cálculos políticos, presentando propuestas poco realista con las que buscan la claudicación de la guerrilla, negándoles la posibilidad de ejercer la política sin armas, buscando su sometimiento a la justicia; desconociendo que este es un proceso de negociación política entre un movimiento insurgente con una plataforma política y el Estado Colombiano, que en cumplimiento de un mandato constitucional, trabaja por entregar a los colombianos un país sin violencia armada, reconciliado, con plenas garantías de seguridad, de respeto a los derechos humanos y de las libertades democráticas.