jueves, 25 de enero de 2018

Al no haber un Acuerdo de Convergencia. La Opción es Votar en Blanco.




Julio E. Higuera

La fragmentación entre el sector de Coalición Colombia y los movimientos de izquierda, ante la falta de voluntad política para crear alternativas de unidad, y no repetir las prácticas excluyentes y sectarias de procesos políticos anteriores, insistiendo en creer que solos pueden ganar las elecciones, basados en los resultados de las últimas encuestas difundidas por los diferentes medios de comunicación; en una clara actitud de sectarismo político, en las que priman más los intereses individualistas, el egocentrismo, las conveniencias, y ambiciones políticas, alejaron la posibilidad de un acuerdo para llegar a primera vuelta con candidato único a la Presidencia de la Republica.

El desconociendo al clamor de amplios sectores políticos, sociales y ciudadanos que reclamaban un acuerdo de unidad; abonan el camino para que, en Colombia, volvamos a un pasado de guerra, odios y desigualdades sociales, factores propicios para que la corrupción se mantenga reinante, amparados en su estrategia de lucha contra la guerrilla y la amenaza castro chavista; colocando en grave riesgo el proceso de paz y reconciliación alcanzado durante el actual gobierno.

La realidad de nuestro sistema político y de participación ciudadana, se desarrolla en torno a tres escenarios: las maquinarias políticas, sostenidas a través de favores y emolumentos  a líderes que tienen como misión el control y manipulación del electorado; el manejo parcializado de la información, que hacen los medios de comunicación, sobre las diferentes propuestas; y la indiferencia ciudadana que trasmiten su inconformidad con la actual clase política, absteniéndose de participar en los procesos electorales; todos estos factores como consecuencia de la falta de una mayor cultura y formación ciudadana que los motive a participar en la designación de nuestros representantes en las diferentes instancias de poder, libres de las ataduras y chantajes de los partidos y jefes políticos; facilitándole a las maquinarias las herramientas para mantener el control burocrático del aparato del estado.

En el actual contexto económico social y político del país, el fenómeno de la corrupción ha adquirido una relevancia inquietante, ante los escándalos en los que se han visto envueltos dirigentes políticos, magistrados de las altas cortes, del sector empresarial entre otros; circunstancias que abrían las posibilidades para que los sectores independientes, unidos, presentaran alternativas de gobierno, tomando como bandera la ruptura con esas prácticas en la conducción del estado, generando espacios para la participación de los ciudadanos en el control de la gestión pública, recobrando la confianza de la ciudadanía para con el estado, mejorando la calidad, eficacia y eficiencia de la administración pública en atención a las demandas sociales, cimentando las bases de un autentico gobierno democrático basado en principios de equidad social, integridad y transparencia; evitando que volvamos a un pasado de pobreza, mentiras demagogia y despilfarro de los recursos públicos.

Con la decisión de los candidatos presidenciales que apoyaron los acuerdos de paz con las Farc y el SI en el plebiscito, de llegar dispersos a primera vuelta, corren el riesgo de quedar por fuera de la segunda vuelta, al no alcanzar los votos suficientes; mientras que las fuerzas de la derecha que apoyaron el NO alcanzaron un acuerdo que les permitirá llegar unidos a primera vuelta con mayores posibilidades de pasar, con su candidato, a segunda vuelta, junto a German Vargas Lleras.

Ante ese panorama quienes preservamos por la confluencia de las fuerzas defensoras de la paz y la reconciliación; deberíamos optar por el Voto en Blanco, como una expresión ciudadana de rechazo para con la dirigencia de esos sectores políticos, quienes fueron inferiores a la responsabilidad que tienen para con el país, de anteponer sus intereses particulares y/o grupistas, y abrir el camino a un gran acuerdo de unidad, que brindara la posibilidad de alcanzar la Presidencia de la Republica en el 2018 y así cambiar la historia de Colombia, rompiendo con una clase política, clientelista y corrupta, para darle paso a nuevas alternativas y liderazgos políticos, construyendo una sociedad que viva con dignidad, justicia, equidad y reconciliada socialmente.

miércoles, 17 de enero de 2018

Unidad, una condición para alcanzar la presidencia



El tiempo pasa y las posibilidades de un acuerdo de unidad entre los diferentes sectores de izquierda y movimientos alternativos, es cada vez más lejana; mientras que en los sectores de derecha, pese a las diferencias existentes entre realizar una consulta o encuesta para definir el candidato a la Presidencia y Vicepresidencia; es ineludible el acuerdo que les permitirá llegar a primera vuelta con una formula definida.

La derecha se la juega a fondo para hacerse con el control del poder, y así trazar un nuevo rumbo en la conducción del estado, en la que, innegablemente, la revisión de los acuerdos de paz, firmados con las Farc, estará en el orden del día, en lo que se convertiría en una retaliación del Uribismo contra los miembros de las antiguas guerrillas de las Farc, buscando castigarlos llevándolos a la cárcel o extraditándolos por los delitos cometidos durante 53 años de conflicto armado y negándoles el derechos para su participación en política sin armas.

Ante el evidente peligro, que pone en riesgo el proceso de paz, pareciese que en los sectores comprometidos con la firma de los acuerdos y su implementación, prevaleciera más los intereses particulares de cada sector y del candidato que los representa; que la necesidad en buscar un acuerdo que les permita llegar unidos a  primera vuelta y así brindar los logros alcanzados en materia de paz y reconciliación; facilitándole el camino a quienes sueñan con volver a un pasado con posiciones retardarías, basadas en seguir alimentando los odios y la discriminación de clase.

En la Constitución Política la paz es un derecho y, en primer lugar, un deber para los ciudadanos, especialmente de quienes buscan alcanzar espacios de poder a nivel legislativo o en el ejecutivo. Es incomprensible que los diferentes aspirantes presidenciales, comprometidos con la paz, se llenan la boca hablando del compromiso que asumen con los ciudadanos, en defender y continuar con la implementación de los acuerdos de la Habana, mientras en sus actuaciones y declaraciones el enfoque que le dan a sus campañas va en sentido opuesto, descalificando a quienes podrían ser sus eventuales aliados, privilegiando el interés individual y grupista a los intereses y el bien común de la población, de vivir en una sociedad reconciliada con equidad y justicia social.

Desde diferentes sectores de la sociedad y la ciudadanía ha sido reiterativo el llamado a la unidad de quienes mantienen su compromiso con la paz y la reconciliación, privilegiando los que los une sobre las diferencias, que en ultimas se convierte en la fuerza transgresora del aislamiento político, colocando en riesgo la posibilidad de llegar a una segunda vuelta y/o alcanzar la Presidencia de la Republica.

Son más las coincidencias entre Fajardo, Petro, De la Calle, Carlos Caicedo y Clara López, que las diferencias, las cuales están basadas en descalificaciones y cuestionamientos personales mutuos; la arrogancia y el sectarismo reinante; comportamientos que conducen a la división, alejando la posibilidad de un encuentro para hablar en torno a lo que está en juego y a reconocer que solo mediante el diálogo democrático y sincero se puede garantizar llegar a acuerdos, construyendo las bases de una propuesta de convergencia, en el entendido que si se quiere alcanzar la Presidencia de la Republica, lo más importante es la unidad.