El tiempo pasa y las posibilidades de un
acuerdo de unidad entre los diferentes sectores de izquierda y movimientos
alternativos, es cada vez más lejana; mientras que en los sectores de derecha,
pese a las diferencias existentes entre realizar una consulta o encuesta para
definir el candidato a la Presidencia y Vicepresidencia; es ineludible el
acuerdo que les permitirá llegar a primera vuelta con una formula definida.
La derecha se la juega a fondo para hacerse
con el control del poder, y así trazar un nuevo rumbo en la conducción del
estado, en la que, innegablemente, la revisión de los acuerdos de paz, firmados
con las Farc, estará en el orden del día, en lo que se convertiría en una retaliación
del Uribismo contra los miembros de las antiguas guerrillas de las Farc,
buscando castigarlos llevándolos a la cárcel o extraditándolos por los delitos
cometidos durante 53 años de conflicto armado y negándoles el derechos para su
participación en política sin armas.
Ante el evidente peligro, que pone en riesgo
el proceso de paz, pareciese que en los sectores comprometidos con la firma de
los acuerdos y su implementación, prevaleciera más los intereses particulares
de cada sector y del candidato que los representa; que la necesidad en buscar
un acuerdo que les permita llegar unidos a
primera vuelta y así brindar los logros alcanzados en materia de paz y
reconciliación; facilitándole el camino a quienes sueñan con volver a un pasado
con posiciones retardarías, basadas en seguir alimentando los odios y la discriminación
de clase.
En la Constitución Política la paz es un
derecho y, en primer lugar, un deber para los ciudadanos, especialmente de
quienes buscan alcanzar espacios de poder a nivel legislativo o en el
ejecutivo. Es incomprensible que
los diferentes aspirantes presidenciales, comprometidos con la paz, se llenan
la boca hablando del compromiso que asumen con los ciudadanos, en defender y
continuar con la implementación de los acuerdos de la Habana, mientras en sus
actuaciones y declaraciones el enfoque que le dan a sus campañas va en sentido
opuesto, descalificando a quienes podrían ser sus eventuales aliados, privilegiando
el interés individual y grupista a los intereses y el bien común de la
población, de vivir en una sociedad reconciliada con equidad y justicia social.
Desde diferentes sectores de la
sociedad y la ciudadanía ha sido reiterativo el llamado a la unidad de quienes
mantienen su compromiso con la paz y la reconciliación, privilegiando los que los
une sobre las diferencias, que en ultimas se convierte en la fuerza transgresora
del aislamiento político, colocando en riesgo la posibilidad de llegar a una
segunda vuelta y/o alcanzar la Presidencia de la Republica.
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