viernes, 14 de noviembre de 2014

LA UNIVERSIDAD COMO CAMPO DE FORMACION VS EL PAPEL VIOLENTO DE LOS ENCAPUCHADOS



 Julio E. Higuera
 Director Ejecutivo
Corporación Concertemos

Los hechos ocurridos, durante esta semana, en la Universidad Pedagógica, en la que un grupo de encapuchados incendiaron un bus de servicio publico con pasajeros, abre el debate en torno al papel y la “legitimidad” de estas acciones terroristas que ponen en riesgo la vida de ciudadanos usuarios del transporte público.

La presencia de grupos encapuchados en las universidades públicas es pan de cada día. En los años setenta y ochenta algunos movimientos estudiantiles y juveniles de izquierda, afines a las organizaciones guerrilleras, señalaban que “toda forma de lucha era válida” y en esa concepción privilegiaban el tropel.

Pese a que los tiempos han cambiado, en algunas fechas del calendario académico se  establece el ritual de enfrentamientos de grupos de encapuchados con las fuerzas del ESMAD, en las que hay una combinación entre las papa bombas y gases lacrimógenos, creando un escenario de confrontación, en las que se  estigmatiza a las universidades públicas como centros generadores de violencia y terror.

Para algunos sectores de la opinión, los encapuchados son la expresión del descontento de un sector de la sociedad más politizado, para otros sólo vándalos que buscan cualquier pretexto para hacer destrozos y desmanes. Pero al interior de estos centros de educación superior la visión que tienen estudiantes, académicos y trabajadores  sobre los llamados encapuchados de las universidades es muy diferente, pues la presencia de estos grupos en recintos universitarios no siempre está asociada a protestas por demandas estudiantiles o de los trabajadores; es la expresión y la presencia de organizaciones alzadas en armas, así como de grupos que expresan nuevas culturas alternativas entre la juventud, metaleros, Punkeros, Emos entre otros. Algunos de estos grupos creen y justifican que su práctica pasa por una manifestación violenta. 

Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con esa apreciación, pero debemos aceptar que existe este tipo de manifestaciones en las instituciones educativas, tanto del sector público como privado, como tampoco podemos descartar que en estas acciones puedan haber infiltrados, en muchas ocasiones enviados por organismos de seguridad, con el fin de desacreditar las instituciones de educación pública y buscar su cierre o privatización.
Pero mas allá de los orígenes y los argumentos que se pueden esgrimir para justificar estas acciones violentas, como una alternativa para expresar su inconformidad o rechazo a las políticas gubernamentales, se está en mora  de abrir el debate, al interior de las instituciones educativas, con estudiantes, profesores, trabajadores y directivas, sobre la conveniencia y legitimidad de estas acciones como una forma de expresión ciudadana, especialmente del movimiento estudiantil, o son simples actos de una violencia irracional de grupos ajenos a la comunidad universitaria.

Sin duda, es un tema que nos hace reflexionar sobre el porqué de ésta expresión de violencia, que debe ser mirada no sólo desde los ojos del que están detrás de una capucha, sino desde la sociedad universitaria y la sociedad en su conjunto.

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